28 julio, 2019

"... Y que Dios te bendiga..."

Bajé a ese pequeño y preciado espacio llamado playa. Un extenso mar acaricia ondulando la orilla de una pequeña extención de arena. A pasos de haber hundido mis pies en esa superficie, no demoró en llegar mi asombro. Tan solo unos segundos y unos pocos metros fueron suficientes para despertar todos mis sentidos. Miles de voces se tapaban unas a otras. Una peregrinación de vendedores ambulantes recitaban a viva voz su trofeo, y entre las miles de sombrillas se intercambiaban unos a otros un ..."Que Dios lo bendiga...". Se paseaban por delante de las cientos de personas cosas de diferente clase y tipo.
"... Churros, agua mineral, pareos, vestidos, anteojos, relojes, medialunas con dulce de leche, torta frita y pan casero. Musculosas, gorros, super panchos, wafles, licuados, choclos, pochoclos, pulseritas, pañuelos, cds, helado- helado, enselada de frutas. Chipa,  cubanitos, barquillos, fundas para celular, agua caliente, barriletes, tortilla a la parrilla, balde, palitas, pelotas y coladores de arena....
Todos parecían que podían cambiar de lado. Hoy sentados haciendo torres de arena y mañana empujando ese carrito. No hay lados. Los tatuajes a la altura del corazón con los nombres de su madre, hijos, o algún santo, música sonando en parlantes, cumbia que llena el silencio y se choca con la del vecino, lonas y sandalias perdidas, canchas y pelotas superpuestas. Todos intentando sobrevivir. Vivir a pesar de todo, vivir por sobre la injusticia y la desigualdad. Si al fin de cuentas la felicidad es un lugar al que llegar sin razón de juzgarla por el cómo. Dá igual si la reposera tiene una o cuatro posiciones, si a tu lado tenés quien te comparta un mate y a tus hijos riendo a carcajadas. Por eso podemos seguir cada cual con lo que puede y deseandole al prógimo
"que Dios te bendiga"...

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