Ella, que no soy yo, tiene una certeza. La vida es incierta y más aún la muerte. Un solo objetivo. Disfrazado. Pero yo podía verlo muy claramente. Quizá porque yo tenga algo de ella necesité decir "... ella, que no soy yo...".
Me recibió en su casa de fin de semana, su camioneta dormía a la sombra de ese porch de diseño moderno. Un pasillo aireoso y sin techo conducía hacia el interior de la casa . Una cocina escondida bajo un mueble. Una cocina escondida? Que extraño. Justo la cocina es un rincón tan lindo de una casa, porque taparlo? Porque enterrarlo bajo esas maderas macizas de color cedro?. Todo lucía impoluto, cada objeto era hermoso y tenía su justo lugar. Todo era precioso y confortable. Luminoso, espacioso, hasta el pasto era de revista, daban ganas de besarlo con las plantas de los pies. Parecía no faltar nada. Además la semana se atajaba en un tres ambientes de un hermoso y codiciado barrio porteño. Ella podía no estar preocupada por su actual situación de desempleo. Sólo dijo parecerle "incómodo". Su deseo de elaborar historias en novelas y libros podía desarrollarse sin ninguna perturbación.
No parece vacilar. La certeza le colmo todas las dudas. No sé si es feliz. Tampoco pude verlo en ella. Estaba calma. Estaba en paz. Se olía triunfo de haber alcanzado lo que quería. Eso es todo. No fue el amor lo que sació sus dudas ni su existencia, es sino el modo en que ahora pueda sobrellevarla. Está bien. No está mal. Fue ver la vida por esa ventana que a veces anhelo. Pero que no falte el amor. Si el amor intenta cubrir algo de nuestra falta, y si falta la falta, me saturo de nada.
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